Dos almas del socialismo: Escalona y Enríquez-Ominami
Ad portas de una elección presidencial de gran trascendencia, el socialismo –militante y no militante- muestra distintas caras. El abanico de visiones va desde un Escalona concertacionista, un Arrate nostálgico, un Navarro pseudo-revolucionario, y un Enríquez-Ominami disruptivo y que apela creativamente a las nuevas audiencias.
Tal vez los dos más interesantes de las últimas semanas y los que más darán que hablar este año son Escalona y Enríquez-Ominami.
El primero encarna la tradición concertacionista más pura de estas dos décadas. Es quien mejor entiende el poder, porque lo tiene y lo ha ejercido sin ponerse nervioso desde la Cámara de Diputados, el Senado, la Presidencia del PS, entre otros roles. Escalona es un dirigente duro, seco, y a la vez pragmático y sin complejos. Ha estado siempre alineado con la Concertación, castigando como sea –Gómez es el mejor ejemplo- los intentos de desliz y gustitos personales que pueden poner en riesgo por un momento la estabilidad y futuro de la coalición.
Escalona ha dado testimonio de gobernabilidad al interior de la Concertación, y eso bien lo saben tanto en su partido, como en la DC, PPD, PRSD, y en el propio gobierno de la Presidenta Bachelet. En simple, podría decirse que Escalona no se pierde. No se pierde en la necesidad de alinearse siempre con los liderazgos de la Concertación, y no se pierde en repudiar toda iniciativa que genere desorden y promueva el surgimiento de nuevas alternativas o visiones. Escalona es un defensor de la Concertación que ya fue, y que espera siga siendo.
Enríquez-Ominami, por su parte, está en el negocio de la transgresión. En la búsqueda de espacios, en la crítica de lo que está pasando, y la necesidad de romper esquemas. A diferencia de Escalona, Enríquez-Ominami es un socialista 2.0 declarado: vive bien, se trata como burgués, es un empresario del mundo audiovisual, tiene señora famosa de la TV, y no siente vergüenza de desordenarse del tronco oficialista de la Concertación. Algunos dicen que el diputado se quiere dar un gustito. Pero, a decir verdad, Enríquez-Ominami está encarnando una crítica de fondo a la forma de hacer política, tal como otros jóvenes y no tan jóvenes líderes lo están haciendo en otros partidos. Su discurso es contra la falta de ideas, contra la falta de debate, contra la ausencia de reflexión y de propuestas para enfrentar el futuro. Por ahora lo suyo es sólo una promesa, porque se conoce poco aún de sus propuestas e ideas para Chile.
No sabemos aún qué pasará con Enríquez-Ominami. ¿Será Escalona capaz de domarlo y hacerlo volver al redil del orden concertacionista?, ¿Aceptará Enríquez-Ominami volver a su diputación o senaduría o perseverará en su opción presidencial?
El desenlace es importante, porque tiene que ver con el futuro de la Concertación y de la política. Puede que los resultados de la encuesta UDD – La Segunda publicados la semana pasada animen al díscolo diputado socialista a seguir adelante. Ya en esta primera medición supera a Arrate y Navarro, e incluso empata a Zaldívar. Al parecer hay espacio para su apuesta y para su discurso, tanto en los inscritos como muy probablemente en los no inscritos que prontamente integrarán el padrón electoral. La pregunta es si su partido le dará espacio para desarrollarlo desde el interior asumiendo más responsabilidad y poder, o si deberá dar un paso al costado y desarrollar una apuesta personal.
El dilema de los socialistas no es exclusivo de ese partido. Es propio de la mayoría de los partidos políticos, donde los Escalonas intentan contener a los Enríquez-Ominami. Si bien se trata de estilos, formatos y problemas diferentes, la tensión es la misma: presente y futuro en debate.
Ernesto Silva M (La Segunda) – 13 de abril 2009