Marco: recién en la Toma 1
La irrupción de Marco Enríquez-Ominami es un dato, un hecho, algo que ya pasó. Su actitud arriesgada le ha permitido instalarse en el punto de partida de la carrera presidencial, pero, para ser honestos, todavía tiene mucho que demostrar.
Sin duda su irrupción ha sido un fenómeno y él tiene mucho mérito en lo que está pasando. Pero no es el único con méritos en el asunto. Tan meritorios como él son aquellos que por años han mantenido una forma monótona y anquilosada de hacer política, generando las condiciones para que un liderazgo como éste surja con fuerza.
Las debilidades de la clase política han permitido que Marco aparezca, pero no serán suficientes para que él pueda quedarse. Ahora le toca a él. Para continuar en la carrera, el díscolo diputado debe, en primer término, barrer con toda la historia que carga. Y se trata de una carga pesada.
Marco es un diputado oficialista, elegido con los votos del conglomerado de gobierno. Es hijo de la tradición concertacionista en su más pura expresión. Fue elegido diputado al alero de su padre, en uno de los tres distritos de la circunscripción senatorial que representa Carlos Ominami. Su mundo ha sido la Concertación, a pesar de la actitud díscola que ha mostrado en el Congreso.
El discurso de Enríquez-Ominami es frontal contra el corazón de la política, incluyendo a la Concertación, hablando incluso de la “colusión de los partidos”. Pero, por ahora, lo suyo va en el discurso. ¿Estará dispuesto a barrer con todo lo que representa su historia, su origen y su coalición?
Si Marco es consecuente, debe romper los esquemas de la Concertación, desobedecer las órdenes de su partido, amenazar los cupos parlamentarios de sus actuales aliados, y disputarle el liderazgo a los Escalona, Auth, Latorre, entre otros.
La semana pasada anunció que competirá con una lista parlamentaria propia, y ha invitado a sus potenciales contendores a enfrentamientos en distintos ámbitos. A Frei lo ha desafiado a la competencia política. A Piñera lo ha emplazado a debatir ideas.
Por la forma en que se ha desarrollado la política chilena en los últimos años, es razonable cuestionarse si Marco Enríquez-Ominami llegará a puerto. Desde el punto de vista de la renovación de la política, sería positivo su progreso. Desde el punto de vista de la estabilidad del sistema y de las ideas, aún no sabemos.
El entusiasmo y el aura que rondan al díscolo diputado parecen olvidar que las elecciones son en diciembre y que las candidaturas se inscriben en septiembre. Mantener la fuerza, la creatividad, la consistencia en el discurso, la simpatía ciudadana, la atención de los medios, y cuidarse de errores por tantos meses no es tarea fácil y en el entorno del diputado lo saben bien. Marco debe demostrar que puede ser un maratonista de la política, y no sólo una estrella fugaz de la temporada de otoño.
Por eso, el entusiasmo por su irrupción quedará rápidamente en el pasado para ser sustituido por el cuestionamiento y las expectativas: ¿en qué terminará este proyecto? Existen dos grandes caminos. El primero que consiste en revolotear en la política por un tiempo repartiendo críticas hasta finalmente ceder ante la fuerza de la Concertación, negociando que sus ideas y liderazgo sean relevantes en el futuro de la coalición. El segundo gran camino, romper con todo y llegar hasta el final, cueste lo que cueste.
Recién vamos en la toma 1, y quedan muchas tomas más, con desarrollo incierto. No sabemos si terminará como muchas otras promesas sometidas y capturadas por el sistema tras una buena negociación, o si dará un salto de verdad hacia un cambio de fondo. Por ahora sólo podemos decir: rodando toma 2.
Ernesto Silva M (La Segunda) – 11 de mayo 2009.